Se utiliza habitualmente el dicho “las elecciones no se ganan, se interpretan”, como forma de constatar la habitualidad de advertir los más variados argumentos para llevar la discusión electoral hacia conclusiones diametralmente opuestas. Tanto incumbentes (en este caso, el oficialismo), como quienes están fuera de la contienda electoral (la oposición), deberán interpretar esta noche los resultados a la luz de ciertas claves de análisis.

En contraste con los comicios municipales, donde coexisten 345 realidades locales y, por tanto, 345 victorias y análisis distintos, en estas primarias un candidato ganará de forma inapelable. Pero el quién no es lo único relevante, sino también el cuánto y el dónde. Las respuestas a estas preguntas tendrán inevitablemente implicancias distintas. 

Primero, en estas primarias no solo se define quién liderará el oficialismo, sino qué facción del progresismo tomará la hegemonía dentro de la coalición. La orientación política es un factor de gran relevancia, y será definida por el “quién”. El candidato triunfante asumirá el liderazgo político y la difícil tarea de construir los cimientos de un proyecto común, articulando un sector marcado por el desgaste y las tensiones internas. En tiempos en que las maquinarias partidarias han perdido fuerza, no queda otra opción que conquistar el poder a través de la construcción de mayorías sociales. Por ende, este será, sobre todo, un triunfo de orientación y no de personalismo. 

Este primer aspecto es probablemente el más relevante, porque el progresismo hoy se halla vacante de identidad y proyecto. En el pasado, cuando enmarcaron su proyecto en el primer proceso constituyente el fracaso fue rotundo, y aún no hay luces de recuperación de las fracturas que generó. 

Segundo. Hay que observar con detención la cantidad de votos que se depositen en las urnas. En las últimas primarias presidenciales de 2021, Apruebo Dignidad (PC y FA), con dos candidatos y con competencia en la derecha, logró 1,75 millones de votos. Actualmente, con la incorporación del Socialismo Democrático (4 partidos políticos adicionales), con cuatro candidatos, sin competencia en la derecha y elecciones predecesoras con voto obligatorio (aunque esta no lo sea, se ha instaurado una cultura cívica que podría potenciar la participación), un volumen de votos inferior complicaría las opciones presidenciales reales del oficialismo en primera y segunda vuelta. Cuánto haya en la urna moldeará no solo el ánimo del progresismo, sino también las estrategias y definiciones claves en la oposición.

Por último, el dónde. Se debe observar con detalle los lugares donde los candidatos obtengan altas votaciones para comprender las características del votante oficialista. Quizás así logremos dilucidar, en parte, el enigma del 30% de apoyo que sigue manteniendo el presidente Boric. Además, el desempeño territorial de los partidos tendrá un impacto directo en la negociación de las listas parlamentarias, cuya composición es siempre difícil y tensionada. 

Hoy no se escoge solo un nombre, sino un rumbo, un relato y una orientación, que definirá las posibilidades del progresismo de ser una alternativa real para Chile.

Kevin Canales es Director Regional de IdeaPaís Biobío. Columna publicada en El Sur, el 29 de junio