Estamos estancados. Así lo muestran los recientes resultados de la PAES que dan cuenta de la brecha entre colegios particulares pagados, subvencionados y públicos que se mantiene desde hace años. Así también lo expresaron los resultados del SIMCE y la prueba PISA que nos dieron el amargo trago de evidenciar que la razón de que, la pandemia no causara mayores estragos, no fue la fortaleza del sistema, ni el buen desempeño durante ella (fuimos el país que más tiempo mantuvo cerradas sus escuelas) sino, que la calidad de nuestra educación ya era extremadamente baja.
Resultados que son consecuencia -valga la redundancia- de factores diversos, entre ellos de realidades familiares cada vez más complejas que deben ser seriamente abordadas, pero en lo concreto, de lo estancado de nuestras discusiones y del diseño de nuestro sistema educativo.
Así, estamos estancados con un sistema de financiamiento ineficiente y arbitrario en su distribución, que año a año sigue creciendo de forma contundente en educación superior (104% desde 2013) -regalo de la gratuidad- y contempla tímidas mejoras a nivel parvulario y escolar (36%) -¡vaya contradicción a toda la evidencia!-. Siendo el país OCDE que más destina de su gasto público a la educación, no parece que el problema sea la falta de recursos, como muchos aluden, sino dónde se ponen, y como dice el dicho: donde está el dinero, están puestas las preocupaciones.
Estancados con grandes reformas estructurales, como el caso de la Nueva Educación Pública, que nos tiene embarcados en una desmunicipalización que no ha dado -ni tampoco asegura- las soluciones a los problemas observados de los municipios, y cuya envergadura no ha permitido poner la atención en los estudiantes y la sala de clases. Hoy urge hacerse de las fallas de la reforma, al mismo tiempo que son necesarias las autocríticas ante los diagnósticos y el modo de llevar adelante este tipo de reformas, de manera de no cometer los mismos errores a futuro.
Por último, nos encontramos estancados en discusiones ideológicas que nos impiden avanzar y son causa en gran parte de las trabas mencionadas. Es así como en vez de aprovechar las fortalezas de una provisión mixta, se han paralizado proyectos como kínder obligatorio, la modalidad de reingreso para estudiantes que han desertado de la educación, o mejorar el financiamiento de jardines infantiles sólo porque contemplaban recursos para establecimientos subvencionados. Del mismo modo, seguimos atascados en miradas centralistas y excesivamente reguladoras (a ratos para resguardar intereses gremiales), que nos impide avanzar en dar mayor autonomía a las escuelas y fortalecer el liderazgo educativo, factor clave para potenciar el bienestar dentro de las comunidades educativas, instalar competencias y potenciar su mejora continua conforme a las necesidades propias de cada escuela.
Salir de este estancamiento es clave para permitirnos pensar la educación, los procesos de aprendizaje al interior del aula y el desarrollo de los docentes, formando verdaderas comunidades educativas en cada colegio, de manera que realmente seamos capaces de fomentar una educación de calidad, que promueva el desarrollo y oportunidades de los niños y jóvenes de nuestro país.
Magdalena Vergara, es Directora de estudios de IdeaPaís. Columna publicada en La Tercera, el 6 de enero.