A partir del informe del PNUD, el cual muestra que la mayoría de los chilenos quiere cambios graduales, el gobierno ha hecho su propia minuta. Expresada por su mejor vocera, la Ministra Camila Vallejo plantea que, de cara a un nuevo aniversario del estallido social, la pregunta es si la ciudadanía ha desechado los cambios para mantenernos en el estancamiento o status quo. La respuesta, interpreta ella, es que: las grandes mayorías del país claman cambios profundos, graduales pero significativos. Acto seguido, en un nuevo impulso legislativo, como le han llamado, el gobierno anunció el fin del CAE y la legalización de la eutanasia.

Arropados por el “todavía queremos cambios” y quizás porque el 4S les trae la nostalgia de un sueño incumplido, o porque la cercanía con las elecciones los motiva a despertar a sus propias huestes, el gobierno ha decidido retomar la senda de sus transformaciones ideológicas, que, a sus ojos, les permitiría clavar dos banderas en el corazón de las élites conservadoras y defensoras del establishment. Lo que no ven, ciegos por sus afanes transformadores, es que se trata de dos proyectos que no están en las prioridades de las personas ni conversan con la realidad que vive el país.

Que sea una prioridad para el gobierno, tal como ha afirmado la ministra,  parece ser suficiente. Y lo cierto es que reflejan bien el espíritu del Frente Amplio. La condonación del CAE por una parte, su gran batalla emblemática, les permite seguir vistiéndose como los dirigentes estudiantiles que impulsaron las grandes movilizaciones. Ellos, llamados a hacer grandes transformaciones, quieren ser quienes pusieron fin al yugo del endeudamiento y los abusos de la banca, quienes vienen a modernizar la educación superior. Por eso los esfuerzos que hace el ministro y el subsecretario de educación para promover su propuesta que hasta ahora no conocemos. No hay conciencia del costo de la condonación, aunque sea parcial, ni autocrítica del gasto creciente en gratuidad que no ha logrado ni más cobertura, calidad o equidad en el sistema de educación superior, ni consideración a que el crecimiento en los próximos 10 años se proyecta de sólo un 1,8%. Da lo mismo si el sistema es insostenible: al CAE hay que eliminarlo porque es prioridad del gobierno, y poco importa que no lo sea de la ciudadanía.

Por su parte, la eutanasia, les entrega la insignia de progresistas. Iluminar una sociedad atrasada. Ellos, impulsores de la autonomía individual, permitirán al fin que los chilenos podamos tomar las decisiones en nuestras vidas y de nuestro propio cuerpo, incluyendo el derecho a morir con dignidad. Un paso hacia la verdadera igualdad y la justicia. Las listas de espera en salud, sin embargo, un dato a la causa. Como si la muerte digna no tuviera que ver, en primer lugar, con la posibilidad de poder atenderse oportunamente y no cuando ya es demasiado tarde. Curiosa forma de entender la justicia.

Tal parece, que retrocedimos dos años. No cambian las propuestas ni las transformaciones. Sólo cambia la estrategia en base a la interpretación mañosa del informe del PNUD. Conocieron la palabra gradualidad, y la resignificaron para argumentar que lo que la ciudadanía quiere son sus cambios, pero lento. Del mismo modo que transformaron el sentido de status quo para referirse a todo el que no comparta sus ideas.

Magdalena Vergara es directora de estudios de IdeaPaís. Columna publicada en El Líbero, el 12 de septiembre.