Todo país que aspire a generar más oportunidades y mejor calidad de vida debe ocuparse prioritariamente de los profesores de su sistema educativo. La evidencia en ese sentido es contundente. Profesores de alto valor agregado no solo impactan en la calidad de los aprendizajes, sino en diversas variables sociales: aumentan la probabilidad de que sus estudiantes ingresen a la universidad, reciban mejores salarios en el futuro, desarrollen mayor autoestima, reduzcan la criminalidad y contribuyan al desarrollo económico de una nación, entre muchos otros efectos.
Con la entrega de los resultados del proceso de Admisión 2025, la atención ha vuelto a centrarse en la profesión docente. El número de seleccionados para carreras de pedagogía ha vuelto a disminuir, lo cual es aún más preocupante en un contexto de déficit de docentes idóneos en el sistema educativo.
¿Qué explica este bajo interés? Un estudiante que se enfrenta a la decisión de a qué dedicar su vida lo hace, en gran medida, influido por factores extrínsecos. Entre ellos se encuentran las garantías del empleo, las expectativas de desarrollo profesional, los salarios, la empleabilidad futura, el costo de los estudios y el estatus social. La realidad del profesorado en Chile es precaria en varios de estos aspectos: bajos sueldos comparativos, reducida valoración social acompañada de una degradación de la autoridad, aumento de la violencia en las aulas y bajas expectativas de crecimiento profesional.
La evidencia muestra que, en la práctica, los estudiantes de más bajos ingresos acceden a pedagogía aún en esas condiciones adversas, al encontrar en ella mayores posibilidades de un sueldo estable -aunque sea reducido- debido a la falta de redes y contactos que les permita desarrollarse en otras áreas más riesgosas, pero que, a futuro, obtienen mayores réditos económicos. En contraste, estudiantes de altos ingresos no postulan a pedagogía por su bajo estatus. Esto es consistente con los resultados que deja la Admisión 2025: sólo el 5,1% de los seleccionados en carreras de pedagogía egresaron de colegios particulares pagados; en contraste, en medicina, carrera de alto prestigio social, el 45,6% de los seleccionados provienen de establecimientos de esta categoría.
En ausencia de incentivos extrínsecos, la matrícula de pedagogía en Chile se sostiene principalmente por estudiantes que ven en su futuro la posibilidad de realizar una gran contribución social, en la satisfacción por hacer algo que impacte o en el genuino deseo de ayudar a otros. Estos factores intrínsecos-altruistas pueden atraer al estudiante hacia la pedagogía incluso cuando existen condiciones de mercado laboral adversas.
A pesar del pesimismo que podemos sentir al observar esta realidad, existe un dato que nos brinda la esperanza de tener una mejor profesión docente: el 66% de los seleccionados en carreras de educación postularon a sus carreras en primera preferencia. En el panorama nacional de seleccionados esa cifra llega sólo al 46%. A todos esos estudiantes y a los niños que educarán en el futuro, el sistema les debe la construcción de una profesión docente socialmente valorada, con condiciones laborales que estén a la altura de los enormes desafíos diarios que enfrentan. No podemos seguir sosteniendo la educación chilena solamente en la abnegación, altruismo y vocación de aquellos profesores que, aun en condiciones adversas, deciden dedicar su vida a la enseñanza de las nuevas generaciones de nuestro país.
Kevin Canales es director regional de IdeaPaís Bio bío. Columna publicada en biobiochile, el 31 de enero.