Cualquiera sea el resultado, el 5 de septiembre habremos completado institucionalmente la primera etapa de la superación de la mayor crisis social y política que hemos experimentado desde el retorno de la democracia. No es poca cosa. Resolver democráticamente discrepancias tan fundamentales sobre la forma en que queremos organizar el poder político de Chile es una excepción en la historia de la humanidad.

Pero los desafíos que persistirán son de mayor magnitud que los avances que habremos alcanzado. Para comenzar a superar la polarización que nos ha gobernado durante los últimos tres años, lo primero que debemos evitar es asumir que la otra mitad de la población merece ser neutralizada políticamente por haber sido derrotada por un porcentaje marginal de votos. Gane el Apruebo o el Rechazo, los sectores que resulten vencedores deberán mostrar especial interés por construir junto con los derrotados.

Si gana el Apruebo, es crucial que el oficialismo tienda puentes de entendimiento con las diversas oposiciones que este escenario constitucional configuró. Esos puentes le serán doblemente útiles. Primero, si de verdad se quiere evitar el debilitamiento de nuestra democracia, le servirán para complementar su escueto compromiso de reformas a la propuesta con otras tantas que quedaron ausentes. Y segundo, le serán funcionales para regenerar relaciones sin las cuales gobernar será un dolor de cabeza aún mayor al que hemos presenciado, pues la nueva Constitución requeriría cerca de 60 leyes que deberán aprobarse por mayorías que hoy no tiene.

De ganar el rechazo, el escenario tiene sus propios desafíos —tantos como razones hay para rechazar. La transversalidad entre quienes optan por el Rechazo es su característica fundamental. Ente ellos hay muchos que aprobaron en el plebiscito de entrada, anhelando cambios significativos que mejoraran su bienestar; hay republicanos y también otros que se identifican con la centroizquierda; los hay contrarios al aborto libre, y otros que no aprueban por los desincentivos estructurales hacia el crecimiento económico. Por eso, una condición necesaria para ofrecer caminos que representen a las mayorías de esta opción —particularmente diversa— será el poco afán de protagonismo en la lectura de los hechos. Nadie puede llevarse la pelota para la casa, porque la pelota es especialmente multicausal, y por lo mismo, con muchísimos dueños.

Gane quien gane, lo relevante es leer la victoria con mesura, y actuar acorde a eso. No habrá mucho que celebrar porque no hay tiempo que perder en recomponer la cohesión social que hoy se encuentra en estado terminal. El entendimiento al que llamó Ricardo Lagos debe ser el concepto articulador de la etapa que comienza el 5 de septiembre. Eso dotará de esperanza a las grandes mayorías, que ansían que, a través de cambios con gradualidad, podamos superar el estancamiento moral y político en que nos encontramos.

Columna por Cristián Stewart, Director Ejecutivo de IdeaPaís, publicada por La Segunda en la edición del 01 de septiembre de 2022.

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