Empieza a apremiar que se logre el acuerdo para reencauzar el proceso constitucional y destrabar esta parálisis que sólo alimenta demagogias y populismos polarizantes. Si se logra ese acuerdo, aunque suene curioso, podríamos ver a los políticos haciendo política (y no encuestología), al gobierno gobernando y a los legisladores legislando. Es lo mínimo que merecen los trabajadores, que siguen trabajando, y las familias chilenas, que siguen aguantando estoicas la inseguridad y las dificultades económicas.
El escenario muestra luces y sombras. Por un lado, un grupo transversal de representantes de ocho partidos se esfuerzan por llegar a un acuerdo constitucional, cumpliendo la palabra empeñada e intentando evitar los graves errores que cometieron en la convención fracasada. Por otro lado, surgen voces altisonantes que proponen que sea el Congreso quien resuelva el asunto constitucional o bien que lo decida la ciudadanía en un plebiscito de entrada. Pero esto no conviene a nadie, primero, por la fatiga electoral que muestra la ciudadanía; luego, porque se disgregaría la valiosa unidad en la diversidad que significó el 62% del rechazo; y sobre todo, porque demostraría una vez más que nuestro sistema político no es capaz de conducir, sino que se limita a una mera vocería que bien podríamos reemplazar por un software.
El gobierno en tanto, vive su realidad paralela. Como aturdido por una derrota que nunca asumió, vuelve a sus debates de nicho, primero fue el aborto libre y luego la eutanasia. En urgencias sociales, no logra resolver sus complejos para proponer decidida y creíblemente una agenda de seguridad. En el tema constitucional se hace un lado, deslindando responsabilidades, cómodo con la posibilidad de diluir su derrota en un fracaso del sistema político entero, si el acuerdo nunca llega. Eso demuestra el senador Latorre (RD) y la Ministra Orellana, culpando a otros de la demora de un acuerdo constitucional y mostrando que ni el 4-S, ni la inflación, ni la crisis de seguridad, ni nada los hará renunciar a su sacrosanto programa.
Pese a todo, hay esperanzas. Lejos de la actitud del gobierno, la mesa transversal sigue trabajando. Distintos grupos de políticos e intelectuales proponen mecanismos y diseños alternativos. Es de esperar que el acuerdo llegue a tiempo, antes de que los demagogos hayan cundido demasiado y sus bravatas animen el camino de la revancha y la polarización, el mismo camino que han evitado, con valentía y por el bien de Chile, quienes trabajan silenciosos en el esperado acuerdo.
Columna de Juan de Dios Valdivieso, Director Regional de IdeaPaís en O’Higgins, publicada por el El Tipógrafo en la edición del 27 de octubre de 2022.