Señor director:
En una nota publicada en su diario el día martes, se informa que la ministra Antonia Orellana no está satisfecha con las cifras de aborto que se han realizado en nuestro país luego de la promulgación de la ley que lo despenaliza en tres causales. Como las proyecciones previas a la ley suponían que habría más abortos de los que de hecho hay, la ministra está frustrada. En vez de alegrarse porque hay menos mujeres que deban pasar por esa terrible situación, considera que “no puede hacerse una evaluación positiva” por causa de los bajos resultados. Insiste en que se trata de las barreras que ponen los objetores de conciencia, en circunstancias que, según se informa, no ha habido denuncias por falta de atención. Según parece, las mujeres estamos subordinadas a los cálculos de la agenda de la ministra, y no al revés. La distancia con el dolor del caso concreto es abismante. Ese dolor que llevó a Simone Weil a exclamar, mientras llevaba adelante la ley de aborto en Francia, que “el aborto debe ser la excepción, el último recurso ante una situación sin salida”. El contraste entre dos personas favorables al aborto es evidente: una lo asume en toda su gravedad, y la otra juega con un drama. Solo se pueden sacar cuentas alegres cuando menos tragedias hay.
Carta por Magdalena Vergara directora de estudio IdeaPaís, Gabriela Caviedes investigadora centro signos de la Universidad Los Andes y Catalina Siles investigadora asociada a IES, publicada por diario El Mercurio en la edición del 12 de enero de 2023.