La turbulencia política que vive Chile desde octubre de 2019 parece no querer amainar. Y si fuéramos incluso más obstinados, podríamos decir que desde bastante antes de 2019 nuestro país vive tiempos electoralmente muy volátiles: ya el triunfo apabullante de Sebastián Piñera en 2017, luego de la contundente victoria obtenida por la Nueva Mayoría sólo cuatro años antes -de la mano de la promesa por las grandes reformas- daban cuenta de tiempos políticos de escasa estabilidad en Chile.
Ahora bien, fijemos donde fijemos el origen, lo cierto es que las turbulencias políticas actuales son un hecho, y el desenlace de la elección de consejeros constituyentes no hace más que confirmar (¿profundizar?) el fenómeno. Sumémosle a ello las contingencias de orden mundial que han venido a complementar el cuadro: COVID, crisis económica, crisis migratoria, y guerra en medio oriente. Todo va sumando en incertidumbre y fragilidad social y económica.
Y aunque constatar este hecho parece de perogrullo, lo cierto es que en el camino por delinear las mejores fórmulas para afrontar estos raros tiempos, no debemos olvidar que, dentro de la excepcionalidad que implican los periodos de turbulencia, la principal clave para saber afrontarlas es entenderlas como lo que son: periodos de excepcionalidad. Probablemente Stingo, Atria y Loncon creyeron que el despertar y la liberación del pueblo chileno había llegado para quedarse, y que ya era un fenómeno sin vuelta atrás. Y vaya como se equivocaron. Las cosas pasan, los problemas llegan, las circunstancias y las visiones sobre ellas cambian, pero el pueblo Chileno sigue queriendo más o menos lo de siempre: cambio con continuidad, es decir, mejorar sin desconocer los avances del pasado.
Luego de este histórico triunfo, el principal desafío que se le ha impuesto a Republicanos es no cometer los mismos excesos que cometió la izquierda luego de la borrachera electoral que vivieron con la composición de la pasada Convención. Por el momento podemos ser optimistas de que podrán estar a la altura, pues tanto los liderazgos del partido como los que probablemente dirigirán sus rumbos en el Consejo han dado muestras de mesura y responsabilidad. Sin embargo, su desafío más importante será poner punto final a los 10 años de inestabilidad política y social que llevamos en Chile, quitándole velocidad al péndulo de los extremos y dando cancha a que la estabilidad vuelva a Chile justamente cuando la pelota está del lado de ellos: demostrando que la estabilidad de los países se construye en paz, con estabilidad, escuchando e intentando comprender al del frente, buscando acuerdos transversales y sostenibles en el largo plazo. Evitando, a fin de cuentas, que la política sea un continuo pasar máquina de unos sobre otros en la medida que las circunstancias lo vayan posibilitando.
Cristián Loewe, vicepresidente ejecutivo de IdeaPaís, publicado por diario El Líbero edición 09 de mayo 2023.