Sin duda, el objetivo de nuestro sistema educativo es lograr que todas las escuelas del país sean de excelencia. La razón es simple: no es posible una verdadera satisfacción del derecho a la educación si ésta no es de calidad. Sin embargo, el camino para lograrlo no es fácil, ni tampoco único, así como tampoco hay una sola comprensión de qué es excelencia. Por esto, la discusión que se ha levantado respecto de los Liceos Bicentenarios responde en realidad a posturas políticas e ideológicas.

Los Liceos Bicentenarios se crearon en 2010 buscando entregar más opciones de escuelas de excelencia a los estudiantes y sus padres, simulando la experiencia de los liceos emblemáticos. Hoy son 320 escuelas, y desde esa fecha han obtenido logros relevantes en el SIMCE, la PSU y en acceso a la educación superior. Además, son valorados positivamente por los docentes y preferidos por los padres.

¿Por qué entonces darles término (aunque sea gradual)? Las razones son de fondo y responden a la visión de este gobierno sobre la educación y en general sobre los derechos sociales – comprendidos como derechos universales –. La lógica de esta posición podría enunciarse del siguiente modo: (i) los derechos sociales son parte del “estatuto de la ciudadanía”; (ii) para que dichos derechos se aseguren a todos por igual, se requiere de una provisión uniforme; y (iii) la mejor forma de asegurarla es mediante normativas de diseño institucional conducidas por el Estado. Políticas focalizadas, como los Liceos Bicentenarios, generarían bajo esta mirada desigualdades atentatorias al “estatuto de la ciudadanía”. Luego, el término de esta política sería consistente, pues implicaría dar recursos no sólo a un grupo de escuelas, sino distribuidas al sistema en su conjunto.

Una primera crítica a esta mirada es que supone que la igualdad consiste en dar efectiva o materialmente lo mismo a todos. Sin embargo, especialmente en educación, es difícil sostener esto – las personas tenemos aptitudes, visiones, preferencias y necesidades diversas-. Por otro lado, no es correcto pensar que la focalización implique necesariamente una segregación o desigualdad. Precisamente gran parte de las políticas son focalizadas para apoyar a aquellos estudiantes con menores recursos, o escuelas con mayores dificultades. La denominada igualdad efectiva/correctiva.

Así también, atendiendo a la diversidad de proyectos educativos, las características y necesidades de cada escuela y comunidad educativa, es posible plantear políticas capaces de ajustarse a dichas particularidades. Así, tal como existen los Liceos Bicentenarios, debiéramos ser capaces de generar otro tipo de políticas que entreguen la oportunidad a todas las escuelas por igual, de alcanzar la excelencia, sin que ello les signifique renunciar a su proyecto educativo. De esta forma, es posible avanzar con el sistema en conjunto.

El problema no son los Liceos Bicentenario. Es el presupuesto ideológico del gobierno que los ve como un problema. De otra forma, no se explica que proyectos que están obteniendo buenos resultados y que imprimen calidad en la educación pública se quieran terminar.

Columna de Magdalena Vergara, Directora de Estudios de IdeaPaís, publicada por La Tercera en la edición del 28 de octubre de 2022.