La semana pasada inició una nueva discusión para un sexto retiro de los fondos de las AFP. Aunque es probable que se rechace, no deja de ser llamativa la insistencia por parte de un grupo de parlamentarios en presentar este tipo de proyectos —los que implican un daño hacia las personas—. Vale la pena preguntarse, entonces, lo que hay detrás de aquellos diputados que en plena conciencia de sus consecuencias, insisten en promover esta iniciativa.
Lo primero, si todavía existen parlamentarios que presentan este tipo de proyectos, la culpa inicial —hay que decirlo— recae en quienes promovieron su aprobación en ocasiones anteriores. No puede salir gratis el haber sido irresponsable. Es importante mencionarlo, debido a que algunos diputados asumieron el costo de rechazar en los momentos más complicados.
Lo segundo, la borrachera con los retiros del 10% —la popularidad que generó—, dejaron una resaca que además de repercutir en la inflación, alimentó a un grupo particular de políticos “monotemáticos”. Rivas, Jiles, Alinco, Oyarzo, Durán, entre otros. Estos personajes —lo que tienen en común— es una profunda carencia de ideas. En los retiros anteriores, a diferencia de la situación actual, se produjo una tensión entre mantener las convicciones y el ser rechazados por el “clamor popular”, en un contexto de pandemia que impedía a las personas trabajar. Para los diputados que ahora impulsan el sexto retiro, el escenario es más simple, pues ni siquiera hay principios en tensión. Se les da con naturalidad liderar estos proyectos, debido a que los moviliza una visión simplista de la actividad política: la de responder a lo que aparentemente sería más popular. No es de extrañarse que, cuando los retiros dejen de tener mayor respaldo ciudadano, estos diputados nos ofrecerán un espectáculo diferente, aunque no se debe olvidar, será consecuencia de la misma borrachera.
Por último, cabe señalar que los proyectos de retiros evidencian la propia incapacidad de los parlamentarios señalados. Esta agenda les permite rápidamente captar prensa, emplazar a otros actores políticos y mantener márgenes mínimos de apoyo ciudadano, lo que alimenta su cómoda posición. Sin embargo, es sólo un método de subsistencia que les permite evadir el objetivo central de su cargo, el que va mucho más allá de representar a mayorías circunstanciales. Pero no solo eso, además se ha vuelto algo poco original, como cuando un conocido repite el mismo chiste, pero expresado cada vez de peor manera. Esto se ve reflejado en la calidad de los pseudoargumentos que utilizan para justificar su proyecto de ley, cada vez más difusos y peor desarrollados. Por ejemplo, cuando el diputado Oyarzo habla de “beneficiar a la clase media” —un argumento innovador que nunca habíamos escuchado en la discusión pública—. Es probable que nos vuelvan a sorprender —e intentar engañar— con un séptimo retiro del 10%, en el que Pamela Jiles y Gaspar Rivas se pongan de nuevo una banda para hacer un sketch humorístico en alguna comisión, donde al parecer no tendrían nada más que aportar. También que estos parlamentarios nieguen —otra vez— la inflación de los retiros y exhiban alguna crítica polémica en contra de una autoridad que debe tener problemas mucho más importantes que atender.
Como Evo Morales que incansablemente exige mar para Bolivia —pese a que La Haya rechazó categóricamente su demanda— habrá que acostumbrarse a estos diputados monotemáticos que reducen la política al espectáculo, a la mentira y a la demagogia. La resaca de esta borrachera por los retiros del 10% será larga.