Señor director,
El proceso constituyente continúa, pero tiene poco sentido replicar la experiencia pasada y esperar un resultado diferente. Una alternativa que podría hacerse cargo de los problemas que tuvo la Convención es el caso español; cercano a nuestra cultura jurídica y ejemplo de consenso.
Su proceso tuvo dos periodos. En la etapa inicial, una comisión de expertos –llamada ponencia– redactó el primer borrador y presentó un anteproyecto. Una vez entregado, fue debatido y posteriormente aprobado en las comisiones constitucionales de ambas cámaras –compuestas por diputados o senadores que representan de modo proporcional a los grupos parlamentarios–, y luego en el pleno. Finalmente, el documento terminado se sometió a un referendo ratificatorio que legitimó el resultado y permitió superar la herencia franquista.
Este modelo –aplicable también a un nuevo órgano– permite sanear las imposibilidades técnicas que tuvo la pasada Convención, evitando una constitución escrita por personas no capacitadas para la tarea y, a su vez, dota de debate público el proceso, permitiendo la consolidación del texto y dejando la última palabra a la ciudadanía. Sería deseable que nuestra nueva Constitución, igual que en España, provenga de todas las fuerzas políticas actuando colaborativamente y recordando que somos una sola nación, un solo Estado.
Carta por Beatriz López, Investigadora Constitucional de IdeaPaís, publicada por La Segunda en la edición del 8 de septiembre de 2022.