Señor director:
Al momento de ejercer oposición a un gobierno, no todo vale. Y eso aplica a la oposición al expresidente Piñera y a la actual. La primera, más que perder el rumbo, siempre lo tuvo claro: desestabilizar el gobierno y eventualmente derrocarlo. Con ese fin todo fue posible: parlamentarismo de facto, coqueteo con la violencia como método legítimo de acción política, acusaciones constitucionales infundadas, y retiros de fondos de pensiones (con el beneplácito de no pocos socios propios), entre otros.
Aunque las oposiciones que tiene el presidente Boric no tienen comportamientos de tan bajo calibre, es preocupante la actitud de cierto grupo, que hace oposición sometiendo a «exámenes de valentía» al resto, vía acusaciones constitucionales, censuras a mesa directiva de la Cámara por ser comunista, o llamando provocativamente «diputado» a Emilia Schneider. Contrario a lo que se piensa, estas actitudes destructivas no son ni valientes ni consecuentes, sino cobardes, pues prefieren hablarle al igual en lugar de persuadir al distinto. Y además, aniquila toda posibilidad de salir del estancamiento.
Todo lo anterior sólo destruye la posibilidad de ofrecer una alternativa distinta al comunismo y al progresismo. No serán los ataques personales, sino la propuesta de soluciones y un horizonte futuro lo que nos permitirá salir del pantano en que estamos.
El nuevo aniversario del Rechazo es una buena oportunidad para que las oposiciones recuperen su capacidad de entendimiento mutuo con este objetivo. Más entendimiento, menos atrincheramiento.
Cristián Stewart es director ejecutivo de IdeaPaís. Carta publicada en La Segunda, el 5 de septiembre.