Señor Director,
Algo que se ha señalado repetidamente en estos días, y que invita a reflexionar de cara al debate público, es que Sebastián Piñera nunca guardó rencores. Y conflictos no le faltaron…
Es muy probable que esa virtud le permitiera tener esa actitud aparentemente infatigable, que daba la sensación de que tenía algo así como un tercer pulmón. Porque a sus 74 años, el hombre no paraba.
El rencor, todos sabemos, consume mucha energía y nubla la mirada. Esa curiosa vacuna que habría tenido frente al odio humano quizás le daba un aire adicional, medio conectado con la esperanza, que le permitía tener un optimismo patológico en momentos oscuros, y más energía que el resto. Y quizás eso le permitió tener claridad para enfrentar decisiones difíciles, gestionar el Estado ante desastres políticos y naturales con efectividad, y mirar siempre hacia adelante (casi temerariamente) sin contagiarse de la mezquindad que se daba en la pelea en el barro.
Probablemente, ahí se encontraba la fuente de su inagotabilidad: la ausencia de rencor no le gastaba fuerzas. Y en eso, ya que la competencia era algo que le gustaba, claramente ganaba.
Esto es digno de imitar, por seguidores y adversarios, a ver si eso ayuda a mejorar el nivel, y con eso, la vida y la convivencia de los chilenos.
Cristián Stewart es Director ejecutivo de IdeaPaís. Carta publicada en La Segunda, el 12 de febrero.