Señor Director:
Contracultural resulta la entrevista publicada el domingo en este medio al psicoanalista italiano Luigi Zoja sobre su investigación de la sexualidad en los jóvenes. Si antes se catalogaba de conservadurismo sostener que no era posible disociar la necesidad física del deseo psíquico, hoy el autor cuestiona el “modelo Tinder” de las relaciones y destaca los perjuicios de un contexto social excesivamente erotizado.
Una crítica similar desliza la autora inglesa Mary Harrington en su libro Feminism Against Progress, donde plantea que los “avances” tecnológicos de las últimas décadas en el nombre del feminismo, han sido en desmedro de la libertad de las mujeres. Entre otras cosas, la autora critica que el progreso en el plano técnico (utilizando el ejemplo de la píldora anticonceptiva) no va de la mano con un progreso en el plano del sentido (al parecer, sigue siendo cierto que las mujeres prefieren reservar el encuentro sexual cuando hay mayor cercanía afectiva). Paradójicamente, la libertad entendida como el aumento de las opciones disponibles hoy le exige a las mujeres una razón para negarse a la intimidad sexual esporádica.
Los avances tecnológicos no deben medirse exclusivamente desde el ámbito técnico. Sobre todo se deben cuestionar en virtud de las consecuencias antropológicas que traen aparejadas o, si se quiere, de cómo conversan con la naturaleza humana. El progreso técnico en vez de negar la naturaleza humana, debe estar al servicio de ella, no al revés.
Emilia García, es Investigadora de IdeaPaís. Carta publicada en El Mercurio, el 19 de abril.