El informe de Naciones Unidas recién publicado, señala que —una vez más— la tasa de natalidad en Chile es la más baja de la región (1,5 hijos en promedio). Este fenómeno no es inocuo, teniendo profundas consecuencias en nuestra sociedad: un acelerado envejecimiento poblacional, disminución del capital laboral, estancamiento del PIB, todo lo cual repercute en el correcto desarrollo de la familia.
Se ha reflexionado extensamente sobre las consecuencias mencionadas, pero poco sobre qué hacer para revertir esta compleja situación. En tiempos en que la maternidad es desplazada, vista como un impedimento para el desarrollo personal y profesional, las leyes de Conciliación Laboral y Familiar –bien implementada–, la de Sala Cuna Universal, o políticas pro-empleo que faciliten la reinserción laboral de la mujer después de su embarazo, resolverían algunas trabas de quienes postergan o no buscan ser madres porque ven en esto un alto costo de oportunidad.
Promover la maternidad, con corresponsabilidad familiar y mitigación de inequidades de género son elementos sumamente relevantes y deben ser prioridad para los tomadores de decisión. Es necesario ver las causas y consecuencias de aquello, para no afectar la calidad en la trayectoria de las familias.
Daniela Guzmán es Subdirectora de estudios de IdeaPaís y Juan Pablo Lira es Investigador de IdeaPaís. Carta publicada en La Tercera, el 28 de febrero.