Señor director:
Las propuestas maximalistas suelen ser un mal augurio para el éxito y legitimidad de un texto constitucional. Esto se explica por múltiples razones teóricas y prácticas de las que ejemplos abundan en nuestro contexto nacional.
El reciente texto rechazado es un caso de manual sobre cómo infectar una Carta Fundamental con contenidos propios de la política pública (salud o vivienda) y con la impronta de zanjar hacia un lado discusiones sumamente controversiales (aborto y eutanasia). Así, la posibilidad de errores, malentendidos y críticas crece considerablemente, a la vez que se convierte en un texto rígido y críptico.
Por su parte, la Constitución vigente –con varios decibeles menos– también se utilizó como carta de triunfo para zanjar, hacia el otro lado, una serie de debates políticos perfectamente razonables y necesarios en su momento.
Si es cierto que el compromiso por una nueva constitución es que sea “la casa de todos”, el punto de partida debe ser acordar una Carta que refleje sobriamente nuestros pactos mínimos y fundamentales. De ahí en más, habilitar a la política a cumplir con su natural labor de mediar nuestras diferencias y concertar acuerdos.
Carta por Jorge Hagedorn, Coordinador del Área Constitucional de IdeaPaís, publicada por La Segunda en la edición del 6 de septiembre de 2022.