Con el devenir de las primarias presidenciales del mes de junio -cuyo plazo fatal de inscripción es el 29 de abril-, el panorama político ha pasado desde la consolidación de un proceso en el oficialismo -tratando de dar una continuidad a las políticas de gobierno-; hasta la confusión e impredictibilidad de la oposición. Y como suele definirse en este tipo de eventos, tendremos que esperar hasta último momento para saber finalmente qué sucederá. Pero, ¿por qué es importante formalizar un proceso de primarias en la oposición?
En primer lugar, convocar a una masa importante de electores en una primaria permite medir las fuerzas políticas del sector -y me refiero a la oposición en general, o al menos quienes estuvieron activos por el Rechazo en 2022-, que favorecerá la definición de las listas y cupos parlamentarios, además de formalizar apoyos que quedaban en el aire. En este sentido, por más onírico que parezca, tener a Matthei, Kast, Kaiser, Rincón, o incluso a Carter en la primaria, fomentará la reducción del “fuego amigo” que habitualmente es característico en este tipo de instancias electorales.
Por último, la primaria provee visibilidad pública, que se traduce en una campaña con los pies en la tierra y todo lo que eso conlleva: franja electoral, propaganda, y activación de fuerzas territoriales. En simple, es “adelantar” el despliegue que se activará para las elecciones de noviembre, favoreciendo sin duda el nivel de conocimiento de los candidatos y de las propuestas de campaña.
Es evidente que la definición de una primaria es compleja, pero se deben sumar todas las voluntades posibles para que estas ocurran. Si no existe cohesión política en la oposición, estaremos frente a un panorama ya conocido: un gobierno de continuidad del Frente Amplio y del Socialismo Democrático, cuyos efectos políticos y económicos sobre el país debilitarán nuestro potencial como sociedad por muchos años más.
Matías Riveros es director regional de IdeaPaís O’Higgins. Columna publicada en El Tipógrafo, el 10 de abril.