Las franjas electorales son determinantes en las elecciones populares. Funcionan como una píldora de contenido de último minuto, casi como un torpedo para una prueba difícil y latera, que no se quiere dar. Y aunque ellas son una oportunidad única para transmitir mensajes, tanto «A Favor» como «En Contra» han mostrado muy poca identidad propia.
Varios elementos se repiten y copian sin mucho pudor en ambas opciones. Banderas chilenas. Blanco, azul y rojo por doquier. “La opción de la estabilidad”. Testimonios… Podemos ver capítulos completos de una alternativa sin tener idea de qué postura representaba. Pero sin dudas lo más disputado por ambos bandos, es cuál de ellas cerrará de mejor manera la discusión constitucional.
El tema, efectivamente, no da para más. Luego de cuatro años discutiendo, votando y dedicando tiempo y recursos a un asunto que es lejano e incomprensible para las grandes mayorías, y en el que (vaya novedad) no hubo acuerdos entre las fuerzas políticas, ponerle coto al asunto es una obligación moral.
Y aunque todo esto es verdad, también es verdad que no da lo mismo qué opción resulta victoriosa para terminar con la «discordia constitucional». Veamos.
De la opción «A Favor» se sigue una nueva constitución. Es un hecho tan simple como poderoso. Será la constitución con el mayor respaldo democrático de nuestra historia, y de ella sobrevendrán múltiples ajustes legislativos e interpretaciones para que entre en régimen. Estas discusiones solo le darán mayor fortaleza al texto aprobado; y mientras más pase el tiempo, más se discutirá «desde» una constitución, y menos se debatirá «sobre» ella.
Del otro lado hay más dudas que certezas, y los resultados de la última Encuesta CEP así lo respaldan. Ante la pregunta «si en el plebiscito gana la opción “EN CONTRA”, ¿qué cree Ud. que es mejor que pase?», el 29% prefiere una asamblea constituyente para empezar todo de nuevo; el 19% opta porque el Congreso reforme la Constitución actual; el 12% quiere que el Congreso elabore una nueva constitución; y el 26%, que se mantenga la Constitución vigente —un 13%, NS/NR. Vale decir, solo un cuarto de los encuestados realmente quiere que de ganar «En Contra», todo siga igual.
Si este escenario (que es bastante plausible) es cierto, ¿da la opción «En Contra» garantías de terminar con el asunto constitucional? ¿Tiene sentido asumir que ahora la izquierda encuentra democrática a la Constitución de los cuatro generales? ¿Es razonable esperar que los partidos de izquierda renuncien a su leitmotiv? ¿Tiene sentido trazar un plazo fijo —brillante idea del senador Quintana— para que luego de su verificación empecemos de nuevo con la cantinela? (¿Tiene sentido y efecto alguno censurar discusiones políticas en democracia?).
Todo esto es discutible. Pero lo que no es discutible es que el primer escenario cierra con más fuerza la puerta que en el segundo, pese a que en la franja hoy no se vea tan claro.
Cristián Stewart es Director Ejecutivo de IdeaPaís. Columna publicada en La Segunda, el 23 de Noviembre.