¿Qué lecciones nos deja la ley que reduce la jornada laboral a 40 horas? Hay tres aspectos que quisiera destacar.
Primero, transformar una idea popular en un proyecto serio es un abrigo de esperanza. El proyecto original presentado por diputadas del PC era radicalmente distinto a lo aprobado en el Congreso. Su mejoramiento —sobre todo la introducción del esquema de gradualidad en su implementación (recién en 2029 regirán las 40 horas) y del sistema de flexibilidad— fue posible porque primó una dinámica especialmente virtuosa. En efecto, los incentivos de nuestro sistema electoral para que cada discusión se transforme en una pelea atrincherada fueron guardados en un cajón. Hubo concesiones relevantes de lado y lado (el modo en que se recogió parte del proyecto de modernización laboral del expresidente Piñera es un buen ejemplo de ello), y las mayorías circunstanciales no impusieron sus argumentos, sino que acogieron miradas divergentes en un ánimo constructivo notable. Símbolo de la buena política que tanto escasea en nuestro país.

Segundo, posiblemente lo que dio origen a esta dinámica es que la perspectiva desde la que se enfocó el proyecto fue ampliamente compartida: el trabajo —aunque es fundamental en la vida social— debe conciliarse con la familia, el desarrollo personal y el ocio. Las personas no están solo para trabajar, y el trabajo debe hacerse en condiciones que permitan adaptarse a las necesidades particulares de las personas. La segregación de nuestras ciudades fuerza a miles de personas a trasladarse a sus trabajos en horas en que sus familias duermen. Si nos tomamos en serio la idea de que la familia es el fundamento de nuestra sociedad, establecer políticas funcionales a hacer posible la vida familiar va en la dirección correcta.
Por último, esta es una buena referencia para la derecha sobre cómo debe funcionar políticamente: ir con sus ideas por delante, sin tomar prestadas herramientas ajenas, con un ánimo reformista. La presentación de indicaciones en base a la evidencia comparada para convertir un proyecto inflexible en uno que permite conciliar adaptación para las empresas y más tiempo libre para los trabajadores, es un ejemplo de lo que se debe hacer: reformar para conservar. Junto con promover la libertad de las personas, la derecha debe —desde sus ideas— proponer condiciones para que dicha libertad sea ejercida por todos. Este proyecto muestra que ese camino sí es posible de construir.
Por cierto, esta ley no está exenta de problemas. Sus desafíos —evaluar si las medidas de flexibilidad y de gradualidad son suficientemente robustas para mitigar efectos negativos en materia de productividad, adaptabilidad y encarecimiento del empleo formal— deben ser permanentemente monitoreados. Pero aún más importante: las lecciones aprendidas deben pasar a formar parte de la regla general sobre cómo abordar los asuntos públicos en Chile.

Cristián Stewart,director ejecutivo IdeaPaís, publicado por diario La Segunda edición 13 de abril.