Para este gobierno los privados son “coñetes”, avaros y egoístas. Así lo han expresado públicamente el presidente Boric y las ministras Jara y Vallejos. Aunque expresiones han ido en contra de las grandes empresas, los bancos o las AFP, son expresión de un sentimiento que está en lo más profundo de su ideario político, y se basa en la idea de que los privados son incapaces de tender hacia el bien común, y por contrapartida, sólo el Estado puede hacerlo. Esta visión se refleja en todos los ámbitos, con profundas consecuencias respecto del rol de la sociedad civil y del Estado, en la provisión de los derechos sociales y en la concreción de políticas públicas. La educación –lejos de ser la excepción– es lamentablemente, su caballito de batalla icónico en la materia.

El Frente Amplio y el Partido Comunista han convertido a los privados en un enemigo y un chivo expiatorio de sus propios problemas. De la misma manera en que la ministra Vallejo hoy se exculpa de la responsabilidad del gobierno en la reconstrucción post incendio de Valparaíso y apunta a las empresas privadas, en educación achacan la culpa por las brechas educativas y la pérdida de matrícula de los colegios municipales a los privados, entes lucradores y segregadores. La solución, acorde al diagnóstico, fue limitarlos e imponerles las mismas reglas que ahogaban a los colegios municipales, en vez de fortalecer la educación pública instalando competencias, mejorando la calidad y poniendo fin a los paros. Los resultados están a la vista.

A pesar del significativo aporte de los privados durante la pandemia en la recuperación de aprendizajes y desarrollar iniciativas como “Un Chile que lee”, este gobierno sigue empecinado en sacarlos del mapa. Dos ejemplos dan clara muestra de ello: sala cuna universal y la demanda insatisfecha en educación.

Luego de dos años de crítica al proyecto de ley de sala cuna presentado por el ex presidente Piñera, que en palabras de la Ministra Orellana carecía de una “perspectiva educativa”, finalmente la semana pasada presentaron sus indicaciones sustitutivas. Lamentablemente su manera de darle perspectiva educativa es dejando fuera a los establecimientos privados. Letra chica que esconden bajo la gran noticia de incorporar la corresponsabilidad, que evidentemente es positivo, pero que termina siendo letra muerta si a fin de cuentas el sistema no tendrá capacidad para recibir la mayor demanda por salas cunas de aprobarse el beneficio. Resulta aún más indignante que mientras se limita a los privados, a los estatales se les da un plazo de diez años para obtener su reconocimiento oficial. ¿Cómo es posible seguir aguantando tal nivel de mediocridad? ¿Qué tipo de seguridad significa esto para los padres? Desafortunadamente en educación parvularia esto no es algo nuevo. La misma visión estrecha e ideológica fue la que impidió avanzar en Kínder obligatorio y dar equidad en la distribución de recursos de jardines infantiles.

El caso de la demanda educativa insatisfecha no es distinto. La ley de inclusión buscó frenar desde arriba la posibilidad de crecimiento y creación de nuevos colegios particulares subvencionados, para priorizar la educación estatal. Hoy vemos las consecuencias de ello, en un sistema que fue incapaz de adecuarse a una mayor demanda educativa. El proyecto de ley que modifica la nueva educación pública presentado por el Mineduc, profundiza este problema, pues además de mantener las barreras impuestas, suman otras que llegan a parecer una burla, dando al mismo tiempo un trato preferente a las escuela estatales para satisfacer la demanda insatisfecha. Mientras a los estatales les otorgan una serie de facilidades para aumentar su matrícula, se suspenden los procedimientos iniciados por las escuelas subvencionadas para aumentar cupos y abrir nuevos establecimientos. Nuevamente: buscan inflar a la fuerza escuelas estatales, a pesar de que no sean la mejor opción de calidad..

La fobia a los privados ha cegado a esta izquierda. En lugar de solucionar los problemas que enfrenta nuestro sistema educativo en su conjunto y recuperar la calidad y excelencia de las escuelas públicas, aprovechando la riqueza de un sistema diverso y la colaboración público- privada, han decidido convertir a los privados en enemigos, sin importar que en esa batalla quienes terminan sacrificados sean las propias escuelas, los estudiantes y sus familias.

Magdalena Vergara es Director de estudios de IdeaPaís. Columna publicada en La Tercera, el 15 de mayo.