La primaria de la izquierda se perfila como un terreno competitivo y de arduo debate. Aunque sus protagonistas han mostrado una sana coordinación que ya se quisieran las oposiciones, la discusión que se dará tiene como antesala el caos que generó la inconstitucionalizada compraventa de la casa de Salvador Allende, con un hambriento PS que —como Shakira— quiere empezar a facturar.

El presidente Gabriel Boric ha contribuido con su innegable talento a fortalecer este cuadro aparentemente favorable. Ha pedido prescindencia a sus ministros en esta primaria, y él mismo ha mostrado ecuanimidad en sus declaraciones. Con todo, lo anterior no quita ni reduce el enorme dilema de fondo al que se enfrenta para fortalecer su legado: definir a quién diablos apoyar.

En política (y en la vida) la neutralidad es una mentira. De algún modo, le guste o no, terminará inclinándose por quien favorezca su propósito. Y en esta decisión, tendrá también que definir si su proyección se inclina a una propuesta de frentón socialdemócrata —concepto al que su Frente Amplio le ha jurado varias veces la guerra— o si volverá a sus orígenes refundacionales que querían cambiarlo todo (aunque finalmente, haya terminado cambiando muy poquito).

Esta ambigüedad es un reflejo de las tensiones dentro de su propio gobierno, las que también se predican de sus tres candidatos más potentes.

Jeanette Jara debe decidir si mantiene su impronta bacheletista/socialdemócrata que defiende políticas de corte concertacionista —con el riesgo de desentonar con su partido—, o si regresa a las posturas más radicales que la forjaron en su larga militancia comunista. Este dilema no admite soluciones intermedias: ambas posturas son irreconciliables.

Gonzalo Winter se presenta como el heredero natural del legado del FA, pero la continuidad que propone no es clara. Tiene que, al igual que Boric, resolver cómo prologar un proyecto que ha asumido múltiples renuncias a su identidad, y que se ha convertido en un enigma plagado de contradicciones internas.

Carolina Tohá, por último, representa a una generación que renunció a custodiar los avances conseguidos por la generación que la antecedió. Su trayectoria política y su partido representan una de las razones por las que nace como alternativa el Frente Amplio. Por lo mismo, la chapa de ser continuidad de Boric tiene aún muchas interrogantes pendientes de resolver.

Este proceso consiste para la izquierda en escoger un candidato de continuidad, pero más todavía, en definir la identidad de su proyecto. Veremos cómo se comportan desde camaradas a compañeros, y cómo enfrentan estos dilemas cuya solución tiene costos: (i) si se opta por la moderación, provocará a ese fiel 30% que ha apoyado ciegamente al gobierno; y (ii) si se sigue un radicalismo, comenzará una difícil campaña de reconquista de aquel distante 21%, que hace rato está en una parada bien distinta.

Cristián Stewart es director ejecutivo de IdeaPaís. Columna publicada en La Segunda, el 10 de abril