El estudio de las brechas de género en nuestro país —aunque imprescindible para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa— carece a ratos de un análisis que logre atender la multiplicidad de realidades en las que se manifiestan estas inequidades y dé visibilidad a grupos de mujeres que históricamente han carecido de ella.
La mujer rural —a quien conmemoramos el pasado 15 de octubre— representa una de esas tantas realidades comúnmente invisibilizadas. Madres de familia, campesinas y trabajadoras que habitan el mundo rural conviven a diario con un entorno desigual, poco equitativo, donde suelen existir dinámicas que consolidan brechas que afectan su bienestar y el de sus familias en diversas dimensiones.
Para muestra, algunos botones. Conforme al último estudio de IdeaPaís, las diferencias entre hombres y mujeres en dimensiones como pobreza, distribución de ingresos y participación laboral suelen agudizarse en zonas rurales con respecto a zonas urbanas. Por ejemplo, las mujeres trabajadoras del mundo rural perciben apenas el 32% del total de ingresos generados de forma autónoma, brecha que se sitúa un 8% por sobre la distribución nacional y casi un 10% por sobre la realidad urbana. Asimismo, los datos muestran que para el año 2022, la participación laboral masculina en zonas rurales era de un 67%, mientras que la femenina de un 36%, lo que se traduce en una brecha 10 puntos más grande que la realidad urbana. Este dato adquiere aún más relevancia al analizar sus causas: mientras las mujeres que habitan en zonas urbanas declaran como principal razón para no buscar trabajo el encontrarse estudiando, más de la mitad de la inactividad femenina rural se explica por la necesidad de realizar quehaceres domésticos y labores de cuidado.
Dar visibilidad y protagonismo a este tipo de realidades históricamente desplazadas, debiese ser prioridad entre quienes pregonan su interés por avanzar hacia una sociedad más equitativa, pero que suelen aislarse cómodamente en una comprensión elitista del feminismo. Y aunque valdría la pena preguntarse si estos indicadores económicos reflejan realmente los anhelos de la mujer rural —dado su aparente arraigo cultural—, bastan para concluir que las mujeres que habitan el Chile rural no cuentan con las mismas oportunidades para desarrollar de forma plena sus proyectos de vida. Así como urge avanzar en el fortalecimiento de políticas públicas que incentiven el desarrollo rural y que apunten al cierre de brechas entre zonas, se debe considerar con igual fuerza la persistencia que ha tenido la brecha de género en este tipo de sectores y pensar mecanismos que apunten a mitigar dichas inequidades.
Juan Pablo Lira es Investigador de IdeaPaís. Columna publicada en el Diario El Líbero, el 29 de octubre.