En su tercera cuenta pública el presidente buscó entregar un mensaje de optimismo a la ciudadanía. Lo cierto es que uno de los problemas más complejos que enfrentamos en nuestro país es la pérdida de esperanza, que nos afecta en múltiples dimensiones y está en la raíz del malestar vital. No por nada Gabriel Boric se refiere a ella como el monstruo sentado en nuestro living. Comparto con el presidente la necesidad de recuperar la esperanza y mirar con optimismo el tremendo potencial de Chile. Sin embargo, no comparto la estrategia que parece querer impulsar para lograrlo: exacerbar los logros, ocultar los defectos y entregar promesas utópicas.
Un mínimo aprendizaje de nuestro pasado reciente, nos muestra que recuperar la esperanza requiere de un profundo sentido de realidad. Seguir sembrando falsas expectativas no hará más que profundizar y acrecentar la desidia por los tomadores de decisión y la política. Buen ejemplo de ello fue lo que ocurrió con la discusión constitucional y el crudo desplome de las expectativas que generó en la ciudadanía, cuyos efectos aún no terminamos de dimensionar. Así también, no será posible aprovechar el potencial de nuestro país sin diagnósticos adecuados que nos permitan identificar en qué estamos fallando, qué debemos mejorar, dónde debemos poner nuestras prioridades, y menos aún si nos conformamos con logros parciales.
Lamentablemente el discurso del presidente estuvo plagado de altas expectativas carentes de sentido de realidad y diagnósticos aterrizados, así como de un excesivo optimismo que rayaba en el conformismo respecto de sus supuestos logros. Se trata de una estrategia que le sirve para alimentar su nueva figura de “estabilizador” del país, pero poco para comprender la realidad nacional y sus desafíos. ¿Cómo espera el presidente aumentar tres mil nuevos carabineros y construir 260 mil nuevas viviendas en dos años?¿sabe el presidente o el gobierno cuál es el estado de su plan de construcción de viviendas o el impacto que ha tenido el plan de reactivación educativa, que ni siquiera fue nombrado y del cual a la fecha no hemos tenido evaluaciones ni resultados? El presidente anuncia nuevas Oficinas Locales de la Niñez, pero no sabemos cómo están funcionando las ya implementadas. Habla con satisfacción de los resultados de los Servicios Locales de la Educación Pública (SLEP) e invita a no ser catastrofistas, pareciendo ignorar las enormes dificultades que enfrentan en la gestión tanto los SLEP como las escuelas traspasadas.
Tal como dijo el presidente, “el futuro está lleno de oportunidades, y por eso lo miramos con optimismo”. Sin embargo, ello no se logrará a punta de retórica. Para que el futuro sea promisorio, debemos hacernos cargo hoy de los problemas que enfrentamos con honestidad y con eficacia aprovechando los tremendos potenciales y talentos de nuestro país y su gente. De lo contrario el optimismo se vuelve en una mera utopía que siembra expectativas donde no hay certezas y alimenta la desesperanza, ya bastante arraigada en las familias chilenas.
Magdalena Vergara es directora de estudios de IdeaPaís. Columna publicada en El Líbero, el 5 de junio.