Comienza el segundo tiempo del gobierno del presidente Boric, y lo hace militando en otra tienda política: el Frente Amplio ahora es partido. Esto supone un envión anímico para él, que necesitaba de unidad práctica para enfrentar los próximos desafíos legislativos y electorales. Pero ahora empieza lo difícil, y es conveniente tomarse en serio ciertas interrogantes que muchas personas tenemos.
¿Hay conciencia de que el programa de gobierno, como tal, fracasó? Por tiempos y por prioridades ciudadanas, es evidente que no se hará lo prometido. No solo porque no están los votos, sino por el poco asidero práctico que tuvo el proyecto político del Frente Amplio desde su génesis hasta su llegada al poder. Se trata de un proyecto que fue creciendo al alero de un diagnóstico crítico al que no fueron capaces de acompañar con un proyecto alternativo concreto y realista.
¿Dejarán la retórica como principal herramienta política? La narrativa es un recurso fuerte del Frente Amplio. Pero las balas de plata no existen. Nada sirve para todo. Y si la retórica es útil para empatizar con dolores ajenos y transmitir la idea de que se comprenden ciertos problemas de fondo, sin gestión —como ha acusado el alcalde Vodanovic— los simbolismos pueden ser incluso ofensivos.
¿Reconocerán que la «inestabilidad que heredaron» fue gestada parcialmente por ellos mismos? Se repitió esta semana que el país se habría «estabilizado», luego de los dos años de gobierno. Pero las medidas de seguridad que hoy usan fueron rechazadas por ellos hace tres años. Los estados de excepción que hoy impulsan fueron demonizados cuando eran oposición. La inflación que hoy se controla existe en parte por los retiros que ellos aprobaron. Y la violencia que hoy pretenden controlar fue avalada en el estallido social que apoyaron sin matices. «Autoestabilización», quizás suena mejor.
¿Se dan cuenta de que las señales de estas semanas no dan cuenta de un ánimo distinto? Tres ejemplos: la defensa al PC —inmunizándolo de cualquier crítica por medio del viejo mote del anticomunismo— antes que pronunciarse sobre la muerte del exteniente Ojeda; la defensa del mismo PC al «gobierno democrático» de Maduro; y la forma (separando el fondo) en que se excluyó a Israel de la Fidae. Son señales que confirman por qué al presidente lo apoya solo un 30% del país: no parece aspirar a más, pero no piensa un segundo en dejarlos abandonados.
¿Están bien puestas sus prioridades? El FA ahora es partido, y la que sería la cuarta militancia de Gabriel Boric en ocho años —por fusiones y adquisiciones de las organizaciones a las que ha pertenecido— es motivo de alegría para él, pues ha dicho que le gustaría que uno de sus legados sea la configuración de una coalición de largo plazo que cobije un proyecto progresista para Chile. ¿Es esto, de verdad, uno de los legados prioritarios que quiere dejarle a todos los chilenos?
Cristián Stewart es Director ejecutivo de IdeaPaís. Columna publicada en La Segunda, el 14 de marzo.