Llegamos a la mitad del gobierno del Presidente Boric, el gobierno del sueño refundacional del Frente Amplio, tutelado por el Partido Comunista y apuntalado por el Socialismo Democrático. Pero no es sólo el Ejecutivo quien pasa el hito del entretiempo, por lo que viene bien también analizar el desempeño de la oposición.
En los dos años de gobierno, al bloque opositor principal, Chile Vamos, se han ido sumando los Republicanos por la derecha; Amarillos y Demócratas por el centro y algunas fuerzas menos claras como el Partido de la Gente. Se trata de un arco relevante de la política chilena, que supo coordinarse y trabajar unidos en el proceso constitucional fallido en que el gobierno se atrincheró en la ultra izquierda.
Este escenario, sumado a las dificultades de gestión del Ejecutivo, parece ir instalando un sentido de oportunidad e incluso de temprano triunfalismo en la oposición: el gobierno alicaído y tropezando a cada rato despejaría la cancha para volver al poder. Pero más que como una oportunidad -que sin duda lo es- y lejos del triunfalismo -siempre mal consejero- esto es una tremenda responsabilidad con Chile. La situación económica y social del país , y las grandes discusiones en curso exigen de la política una mayor altura de miras. Y como el presidente Boric y sus aliados no dan pie con bola, debe ser la oposición quien marque la pauta.
Sin embargo, destiñe la oposición cuando se muestra enfocada en la elección municipal de Las Condes o en las cifras semanales de las candidaturas presidenciales. Y por el contrario, se luce cuando sus parlamentarios y personeros se enfocan en el proyecto político que comparten, en las propuestas ante el debate de pensiones, la reforma tributaria, la ley de isapres, la agenda de seguridad y crimen organizado y volviendo a enfocarse en el ya demasiado esquivo crecimiento económico.
Así, donde el gobierno pone su porfía ideológica, la oposición debe poner el rigor técnico basado en la evidencia y en sus principios más identificadores que justamente son lo que pide a gritos la sociedad hoy: 1) El ejercicio responsable de la autoridad exige gestión eficiente y probidad absoluta en la administración del Estado. 2) La seguridad es una condición básica para la dignidad humana y para vivir en paz. 3) El crecimiento económico -y no sólo los impuestos- es el camino para que más personas puedan surgir y para que el Estado tenga recursos para atender a los desfavorecidos. 4) La familia debe ser fomentada y apoyada con decisión para que ojalá todos tengamos esas primeras redes de apoyo a las que recurrir ante una necesidad.
Esta es la pega. El cálculo electoral habrá que hacerlo, pero es secundario y la llegada al gobierno se hace más probable y tiene más sentido si se atiende esta responsabilidad a tiempo: la responsabilidad de consolidar un proyecto político robusto y claro en base a estos principios, tan despreciados por el gobierno del presidente Boric.
Juan de Dios Valdivieso es Director regional de IdeaPaís en O’Higgins. Columna publicada en El Tipógrafo, el 15 de marzo.