Conforme al último informe de panel ciudadano de la Universidad del Desarrollo, la gran mayoría de las mujeres percibe a Chile como un país machista y, al mismo tiempo, consideran insuficientes los intentos por ofrecer mayor igualdad de oportunidades y que aún persisten obstáculos que dificultan este objetivo. Sin embargo, esta percepción que es transversal a la edad de las encuestadas, se quiebra cuando se les pregunta por el aporte del movimiento feminista. Mientras el 72% de las mujeres jóvenes considera que el movimiento feminista en Chile ha contribuído a emparejar la cancha, el 59% de las mayores de 30 considera que no lo ha hecho.

A nadie debiese dejar indiferente lo anterior, sobre todo considerando la relevancia del voto femenino en las elecciones. Cualquiera que intente cautivar este voto debiera hacer doble click en estos datos y cuestionarse por qué el movimiento feminista no parece estar cumpliendo las expectativas de las mujeres, cómo se explica la significativa diferencia de opinión entre mujeres sub30 y sobre esa edad, y por último y más importante aún, cuáles son las verdaderas necesidades de las mujeres chilenas. Junto con buscar superar los obstáculos de forma efectiva, saber qué y cómo hablarle a las mujeres se vuelve significativo ante las inminentes elecciones presidenciales, sobre todo si vemos que el 37% de las mujeres jóvenes no se identifica con derecha, izquierda, ni centro. ¿Será entonces que están más dispuestas a votar por quien realmente presente una agenda que busque superar brechas de género y no necesariamente por colores políticos?

Intentando aportar en esta aproximación, a mi juicio una de las principales razones que explica tanto la insuficiencia como las diferencias entre mujeres, está dada por la experiencia de ser (o querer ser) madre, pero que no encuentra su correlato en las pretensiones del movimiento feminista. Una de las principales fuentes de inequidad entre hombres y mujeres, lamentablemente, es la maternidad. Así lo muestra, por ejemplo, la premio Nobel de economía, Claudia Goldin. Basta atender la “penalización” del primer hijo en la participación laboral de las mujeres, o que la principal razón de la baja participación laboral femenina son los cuidados, o como las mayores probabilidades de caer en pobreza cuando es una mujer y no un hombre quien lidera el hogar.

Sin embargo, es poco lo que el movimiento feminista le ha hablado a esas mujeres madres (en su mayoría las mayores de 30 años). Gran parte de su relato, de hecho, ha tenido más que ver con no ser madre. Así, su discurso se enfoca en la autonomía, la emancipación o la posibilidad de elegir no ser madres mediante el aborto. Pero, ¿qué propuesta tiene hacia la mujer que ya es madre y sufre los problemas que lamentablemente se asocian a ello? Las propuestas de este gobierno -compañeros ideológicos con el movimiento feminista- que buscaban hablarle a estos grupos, como el sistema de cuidados o sala cuna, no han pasado de ser solo promesas.

Es posible pensar que el gran fracaso de una sociedad, es aquel que convierte la maternidad en una carga y en fuente de inequidad. Lamentablemente hoy en día, estamos siendo esa sociedad. Dar solución a ello, debiera ser el centro de las preocupaciones, para avanzar en una agenda feminista que realmente le dé libertad a las mujeres.

Magdalena Vergara es Director de estudios de IdeaPaís. Columna publicada en El Líbero, el 3 de abril.