Señor director:

Diego Vela, presidente de Revolución Democrática, se jacta en su columna del desempeño económico que tuvo nuestro país, aludiendo a elementos como la buena gestión del Banco Central sobre la política monetaria, nuestra solidez institucional, un mercado laboral que crece en forma estable y el desempeño de nuestro producto interno bruto.

Me pregunto si recordará que hace un par de años, elementos como la solidez institucional o la autonomía del Banco Central fueron puestos en jaque por su mismo sector durante el primer proceso constitucional. ¿Habría el Banco Mundial catalogado a Chile como un país institucionalmente estable de haberse aprobado una Constitución como la rechazada en 2022? Me pregunto también, si habrá revisado los últimos informes del INE que revelan que aún debemos crear 340 mil empleos para volver —recién— a los niveles pre pandemia, dando cuenta de un retroceso de 10 años de nuestro mercado laboral. Más preocupante aún, me pregunto si hará caso omiso al hecho de que Chile tuvo un crecimiento nulo del PIB durante el 2023 y que no asoma —ni de cerca— un panorama auspicioso para este año.

Es cierto, la política monetaria y fiscal han respondido bien, pero no ha sido, precisamente, gracias a este gobierno, sino a la fortaleza de nuestra institucionalidad construida por décadas. Tratar de “fantasmas de mal augurio” a quienes han manifestado una genuina preocupación hacia la crisis inflacionaria —causada en gran medida por los retiros que ellos mismos impulsaron—; al evidente estancamiento económico —y que, dicho sea de paso, duele sobre todo a las familias vulnerables de nuestro país— ; o, advertido la tímida reacción del ejecutivo en la materia me parece, a lo menos, imprudente.

Juan Pablo Lira es Investigador de IdeaPaís. Carta publicada en La Segunda, el 12 de enero.